Cibercultura es la cultura que surge, o está surgiendo, del uso del ordenador para
la comunicación, el entretenimiento y el mercadeo electrónico. Cultura nacida de la
utilización de las nuevas tecnologías de la información y comunicación como internet.
Cultura basada en las ventajas y desventajas de la libertad absoluta, el anonimato,
y ciberciudadanos con derechos y obligaciones.
Ref: http://vereda.saber.ula.ve/ciencia_tecnologia/arte_web.htm
Arte en la web, consideraciones sobre un nuevo soporte técnico
Internet (el ámbito del objeto virtual)
La tecnología informática no cesa de conmover y revolucionar al mundo: cada día la humanidad es testigo de la aparición de nuevos y complejos procesos culturales incubados en el seno de sus innovaciones tecnológicas.
Es imposible mantenerse ajeno a la revolución de la información. Efectivamente, el cuadro avizorado por Marshall McLuhan en la década de los sesenta -donde los procesos de acceso a la información modificaban la forma de percepción y de concepción del mundo que tiene el hombre contemporáneo- ha llegado (McLuhan y Fiore, 1998), y más aún, sus predicciones, en algunos casos, se han quedado cortas. "Ahora, gracias al transistor y al chip de silicio, el ordenador ha disminuido tanto en tamaño y precio que resulta accesible a millones de personas... la revolución de la información, que los futuristas han pronosticado desde hace tiempo, ha llegado ya" (Friedrich, citado por Dery, 1998: 12). Un medio como el de la Red de redes Internet no había sido previsto hace treinta años atrás. Inclusive, como afirma Mark Dery:
el mundo de las telecomunicaciones, que ahora frecuentan unos siete millones y medio de familias, era desconocido para la gran mayoría a principios de los noventa. La conciencia de los medios de comunicación respecto a Internet alcanzó su masa crítica en 1993. De repente Internet es donde hay que estar, escribió en Time Philip Elmer-Dewitt (1998:12)
La Red (como también se le conoce) es un medio desarrollado hacia 1969 como un proyecto del Departamento de Defensa de Estados Unidos y que posteriormente evolucionó hacia una red informática militar y académica para, con el tiempo, transformarse en lo que hoy día se conoce como el ciberespacio (denominación dada por el novelista de ciencia-ficción William Gibson), el cual corresponde a "un espacio imaginario que existe únicamente dentro de los ordenadores" (Dery, 1998:13). El crecimiento de Internet ha sido acelerado: se estimaba que para julio de 1998 existían en el mundo 129 millones de usuarios alrededor del mundo, de los cuales 70 millones correspondían a ciudadanos norteamericanos (EEUU y Canadá); sin embargo, según investigaciones de la compañía Emarketer, se esperaba que para finales de 1998 esta cifra cambiaría para dar paso a una mayoría de usuarios fuera de los EEUU (Revista Muy Interesante, 1999: 72).
De estos datos se desprende que la Red es un fenómeno colectivo de impacto mundial. Un fenómeno que va más allá de ser catalogado como un medio de comunicación. Internet se plantea como un espejo de nuestra sociedad, donde interactúan diariamente millones de personas con intereses y perfiles ideológicos contrastantes. Según Javier Echeverría es necesario pensar la actual estructura de Internet como una "metáfora ciudadana,... como un ayuntamiento de redes con sus telecalles, teleplazas, teleoficinas y telecasas... cada página web es la fachada de un edificio de Telépolis" (1998:6).
Pero en el fondo el problema va más allá del aspecto estructural. La Red es un ambiente donde subyace incubada (entre otras) una serie de ideologías y tendencias culturales que son eco de la reflexión acerca del impacto de la tecnología en la sociedad contemporánea: ciberpunks, ciberhippies, ciberyuppies, políticas del cuerpo y tendencias cyborg, manuales de urbanidad y buenas costumbres para uso de la Red, nuevos códigos lingüísticos, son algunas de las expresiones contraculturales estudiadas por Mark Dery (1998) en su ensayo de aproximación al mundo del ciberespacio. Por otra parte, las características propias del medio implican una reflexión en otra dirección: el crecimiento desmedido del espacio virtual (tanto del World Wide Web como del número de usuarios) hace que éste encierre una serie de virtudes que lo hacen ingobernable y permiten una real libertad de acción de los ciberciudadanos. Jhon Perry escudriña en este sentido cuando analiza la relación del mercado electrónico y la legislación existente sobre copyright, consideraciones que se pueden extrapolar a toda la cibercultura:
En primer lugar, la inmaterialidad del objeto virtual: esta característica lo hace inaprehensible. Nadie puede atribuirse la posesión exclusiva de algo que existe solamente en el ciberespacio, ya que un objeto virtual -digital- puede ser reproducido infinitamente y distribuido alrededor del planeta de modo instantáneo, sin costo alguno y sin que su propietario se entere, puesto que ni siquiera abandona su posesión.
En segundo lugar, la anarquía impuesta por el ciberespacio: las consideraciones acerca de espacios geográficos que delimitan el control y poder legislativo de los estados nacionales pierden todo sentido en el mar sin fronteras de la Internet. Se hace literalmente imposible para los gobiernos de las naciones imponer controles, legislaciones y restricciones en cuanto a los deberes y derechos de los cibernautas, ciudadanos del ciberespacio quienes se protegen en la tercera característica de la comunidad global de la Red.
Esa tercera virtud del ciberespacio es el anonimato, la posibilidad de mantenerse al margen, de no ser identificado, evadiendo controles y restricciones. Empero, esta virtud es cada vez menor en el ciberespacio: la cultura de los hackers y crackers (piratas del ciberespacio) ha generado la aparición de ciberpolicías que controlan la actuación de estos individuos. Sin embargo, esto sólo afecta al mercado negro de la información -robo y venta de información clasificada de compañías- (May: 1998). Pero en lo que respecta a las diferentes manifestaciones culturales (e inclusive aquellos movimientos de contracultura) y en general a todo lo que afecta a la libertad de pensamiento y expresión del mismo, la Red es el paradigma del paraíso terrenal en cuanto al anonimato de aquéllos que en ella se expresan y relacionan. (Perry, 1998).
Este último aspecto se relaciona directamente con una cuarta virtud que se debe considerar: la igualdad de concurrencia. El hecho de no existir fronteras materiales permite que todo aquel que mediante una computadora acceda al ciberespacio se encuentra, al menos en teoría, en igualdad de condiciones para asistir, presenciar, relacionarse, comunicarse y proponer ante sus pares ciberciudadanos de la comunidad de la Red.
La respuesta generada por esta interacción arroja la quinta característica de importancia, y es relativa a las posibilidades como mass media. Internet materializa en sí la utopía del medio como vehículo masivo de divulgación al colectivo, que además implica la posibilidad de comunicación bidireccional en tiempo real, generando respuestas que potencian la reflexión y la discusión.
En este ámbito, el académico inglés Harnnad encabeza la iniciativa de una serie de teóricos seguidores del pensamiento de Marshall McLuhan quienes provenientes del mundo académico auspician el uso del medio con fines de divulgación del conocimiento, libre de los filtros impuestos por los mecanismos editoriales existentes en todo el mundo. Sin embargo, su reflexión va más allá. La propuesta "La cuarta revolución en los medios de producción y divulgación del conocimiento" (Harnnad, 1991) es un atrevido ensayo resultado de la experiencia personal y relación de trabajo a través de la Red de este académico. En él, expone las conclusiones a las que ha llegado luego de acceder a la posibilidad de someter a la consideración de otros individuos (sus pares y colegas) de manera directa el producto de las investigaciones en su campo de trabajo por medio de la herramienta conocida como publicación electrónica, obteniendo respuesta por parte de éstos en tiempos mucho más expeditos que los de los mecanismos tradicionales.
Harnnad considera que hasta hace poco existían tres medios para la divulgación del pensamiento: en primer lugar aquéllos de orden natural inherentes a la condición humana; los lenguajes codificados -de señas y oral- que permiten una efectiva comunicación bidireccional en tiempo real; y un tercer medio considerado como artificial, aquél de los códigos impresos (materiales, siendo la escritura la posibilidad más conocida de éste) que permite un desarrollo de discursos estructuralmente complejos, los cuales permiten divulgar y almacenar información de tipo especializado pero que no posibilitan una comunicación que contribuya al enriquecimiento de la reflexión y la investigación.
En este caso los medios electrónicos vienen a llenar este vacío, ya que permiten el almacenamiento y difusión (expedita, sin mayores barreras ni filtros, auspiciando la igualdad de concurrencia) de información especializada y al mismo tiempo permiten obtener respuesta, por parte de quienes generan la información, de aquellas personas a quienes va dirigida, propiciando el debate y la reflexión, haciendo del medio un vehículo de gran utilidad para la producción y divulgación del conocimiento (Harnnad, 1991).
Todas estas consideraciones acerca de las posibilidades y características del medio Internet son, aunque desarrolladas para casos particulares, aplicables a todos los procesos y productos culturales que hagan vida en el espacio virtual o ciberespacio de Internet.
Como se viene afirmando, la tendencia hacia la que se dirige la Red es la de estructurarse como espacio-reflejo de la sociedad contemporánea, o bien como un espacio con características particulares donde tienen lugar manifestaciones culturales propias de la actualidad. De hecho, como afirma Sherry Turkle:
... los participantes entran desde todas partes del mundo, cada uno desde su máquina individual, y se unen a comunidades que sólo existen a través del ordenador. Son realidades virtuales sociales. Los participantes se hallan en el mismo espacio . Pueden comunicarse entre sí, hablar y reunirse en grandes grupos o bien en privado (1998: 48).
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